Sísifo desencadenado

Cuando la montaña no viene habrà què ...

Hay temas, que por su incidencia en la vida cotidiana, adquieren para nosotros, los periodistas, una especial relevancia. Si es un colega el que me lee, o si sencillamente es de aquellos que quisieran tener uno en frente, sabrá que hay cuestiones por las que no dejan de inquirirnos: que cuándo van a unificar la doble moneda, qué va a pasar después que eso ocurra, cuándo quitarán la libreta de abastecimiento o si la falta de productos de aseo personal será algo cíclico.

La verdad es que nosotros somos los primeros que desearíamos saber todas las respuestas. Primero, porque al igual que nuestros inquirientes lectores, somos parte de la misma sociedad que ellos y corremos su misma suerte; y segundo, porque es nuestro deber mantenerlos informados.

Sobre este tema, hay un asunto que nos preocupa particularmente a casi todos, y es el relativo a los precios. Sobre esto quiero centrar este comentario, y no precisamente para hallarle una respuesta concreta, que no es nada fácil, sino es hacernos las preguntas correctas, tan necesario como lo primero.

Para empezar, han sido varias las ocasiones en que nos hemos propuesto realizar trabajos que contribuyan a despejar un poco esta interrogante, especialmente después que en su sección Comentario económico, en la revista Buenos Días, hace ya más de un año, el periodista Ariel Terrero sacara a la luz pública que Las Tunas era la provincia donde más se encarecían los alimentos.

La realidad es que aún seguimos sin despejar ese signo de interrogación. Tal vez no hayamos investigado lo suficiente, pero desde mi punto de vista, perfectible como toda obra humana, no estamos enfocando el problema correctamente.

Según me parece, no es solo que los precios de los alimentos y otros productos de primera necesidad estén sobrevalorados, que lo están, innegablemente. A esto le sumaría lo que considero una cuestión fundamental: que los salarios están muy por debajo de nuestras reales necesidades, algo que ha sido reconocido en varias oportunidades por nuestros más altos dirigentes. La más reciente ocasión, el discurso clausura del XX Congreso de la CTC, cuando el General de Ejército y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro Ruz, expresó: “Coincido plenamente con ustedes en que el actual sistema salarial no se corresponde con el principio de distribución socialista ´de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo´, o lo que es lo mismo, no garantiza que el trabajador reciba según su aporte a la sociedad.

“También es cierto que el salario no satisface todas las necesidades del trabajador y su familia, lo que genera desmotivación y apatía hacia el trabajo, influye negativamente en la disciplina e incentiva el éxodo de personal calificado hacia actividades mejor remuneradas con independencia del nivel profesional requerido.”

Aquí es donde pienso que se encuentra el verdadero nudo gordiano en relación los precios. Mi corta experiencia profesional me demuestra que enfocar únicamente tal problemática desde el ángulo de la producción y comercialización-  el cual tampoco estoy diciendo que se obvie- nos puede llevar a descubrir cosas realmente interesantes, precupantes y hasta espeluznantes, pero no nos darán por sí solas las respuestas que estamos esperando desde hace tiempo.

Creo que es necesario que los lectores, incluso dentro del mismo gremio periodístico, comprendan esta cuestión antes de lanzarnos a buscar las respuestas que el pueblo está esperando de nosotros.

Si así fuera, entonces habría que hacernos la pregunta correcta: ¿Por qué nuestro salario – cómo recalcara Raúl- no satisface nuestras necesidades? ¿Cómo puede aumentar?

Las respuestas no las tengo todavía. Quizás vayamos adelantando algo reconociendo el problema hasta tanto Sísifo se desencadene.